El trabajo de las alimentadoras en la caficultura de la zona central Colombiana. Justicia social, que se queda en el fogón

– Investigador: ¿siente que su trabajo es importante?

– Asunción[1]: mucho, demasiado…porque de mis manos come mucha gente…se alimentan muchos, entonces es importante, o sea en las cosechas que se cogen acá, no digamos que yo soy indispensable, pero yo presto un servicio muy importante, porque la gente está trabajando, y si no hay comida pues cierto, no sería como rentable…ellos no vendrían a trabajar acá sin comida. ¡Mi trabajo es importante! Se alimenta mucha gente de mis manos (A. Bustamante, comunicación personal, 2 de noviembre de 2017).

 

[1] El nombre de las participantes se cambia para proteger su privacidad.

 

En las cocinas de los campamentos, ubicados al interior de las  fincas y haciendas cafeteras, es común encontrarse a las llamadas “alimentadoras”, quienes  trabajan en la preparación de comidas para jornaleros que llegan a estos lugares durante las épocas de cosecha,  no obstante,  a pesar que ellas realizan una trabajo que genera valor y bienestar para las empresas a través de la reparación de la fuerza laboral  vía alimentación, no reciben una compensación económica acorte con la tarea encomendada, ya que  los pagos son precarios o inexistentes, y las jornadas laborales son mucho más extensas que otros oficios.

En la siguiente nota, se presenta un resumen del trabajo de investigación titulado Cocinas Invisibles: el trabajo de las alimentadoras en la caficultura de la región centro-sur de Caldas (Colombia), en el cual se realizó un abordaje sobre el papel que cumplen estas mujeres rurales, en fincas y haciendas cafeteras en la región Centro-sur del departamento de Caldas (Colombia); El estudio,  tuvo como principal objetivo, comprender las situaciones de invisibilidad laboral, representadas en condiciones de segregación, inequidad y precariedad, a través de 12 relatos de vida, que recopilan experiencias, valores y significados sobre labor de cocinar en este contexto productivo. La metodología utilizada en el estudio, está relacionada con el enfoque mixto cualitativo/cuantitativo, siendo la cualitativa, la perspectiva central del estudio, y el método biográfico – narrativo la guía del mismo; posteriormente, el análisis de los datos se realizó mediante herramientas de Teoría Fundamentada. Los resultados revelaron que en la caficultura Colombiana, prevalecen condiciones de vida y de trabajo injustas para estas mujeres. A continuación se revelan algunos de estos aspectos.

 

Lo que se esconde tras una taza de café: trabajo sin valor social, ni económico

 

 

Uno de los rasgos predominantes en los relatos de las alimentadoras, fueron las demandas por justicia social, asociadas a condiciones de segregación por género, inequidad en acceso y uso de recursos, además de precariedad laboral en materia de remuneración salarial. Asunción Bustamante, relata cómo su trabajo es poco valorado dentro de la empresa cafetera donde vive:

– Investigador: La empresa para la que trabaja, o en las que ha trabajado, ¿Reconocen de alguna manera su trabajo?

– Asunción: No, para nada, o sea, el trabajo de nosotras las mujeres pienso yo ¡no es válido! O sea, no es valioso para ellos (empleadores). Ellos si se interesan mucho por el recolector, por el patrón de corte, pero por uno de mujer o sea no, a uno lo tienen en cuenta pues como para nada, uno es allá… Como allá… Tirada, en lo último (risas). Pues deberían tener en cuenta que por uno está toda la gente… Comen ¿cierto? No, a uno no… Ni unas gracias siquiera le llegan a dar (A. Bustamante, comunicación personal, 2 de noviembre de 2017).

 

 

En el contexto productivo cafetero, la valoración del trabajo de las alimentadoras por parte de los agentes sociales que intervienen en la producción es poco, en comparación con otras labores que si tienen un reconocimiento pleno; esto se evidencia porque desde la misma institucionalidad, en las empresas y en todas aquellas relaciones sociales que intervienen en la caficultura, dicho reconocimiento esta mediado por patrones androcéntricos, que tienden a valorar de mejor forma los trabajos realizados en el ámbito productivo, y desvalorizan aquellas actividades que son propias de la esfera de la reproducción, asociadas culturalmente con lo femenino, en muchas ocasiones el trabajo de los varones se hace más visible  cuando se realizan homenajes, conmemoraciones, celebraciones que exaltan la labor y la importancia de los varones en este renglón de la producción.

“ellos dicen: ¡pero es que la mujer de qué se queja, en la cocina, en la casa haciendo nada…mujeres viendo televisión y haciendo nada! O que: ¡con este frio y al  pie del fogón de qué se van a quejar! Pero  uno quisiera que estén ahí, para que vean que no es fácil como ellos lo piensan” (I. Álvarez, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)

Otra de las características del trabajo de las alimentadoras es la privación de derechos, sobre todo los que tiene que ver con la asignación de un valor monetario por su trabajo, esto trae como consecuencia un deficiente acceso a recursos económicos, junto a la dependencia por el salario de sus esposos, ya que al quedar el producto de su trabajo incluido como un complemento más de las labores domésticas, escapa de toda legalidad.  Cocinar en este sentido, queda considerado como trabajo de ayuda, sujeto a un acuerdo entre las alimentadoras y sus esposos, en el marco de relaciones familiares, convirtiéndose en aporte de tiempo y esfuerzo gratis.

– Investigador: ¿Usted siente que su esposo se apropia del dinero?

– Olga: Sí, de verdad que sí

Investigador: ¿y eso le molesta? 

– Olga: Sí, me molesta a veces, la verdad que sí, ¿Por qué? Porque el trabajo más duro lo hago yo; yo me estoy afectado mis pulmones por el humo, yo sufro migraña, estoy aguantando el calor del fogón; mientras tanto él tiene solamente que ir, dar vuelta a la finca en la moto, mirar que está haciendo la gente; en cambio yo estoy todo el día en el calor del fogón, mojándome las manos, metiéndome a la nevera, lavando loza, y más ¿Quién recibe todo? Él recibe todo”

(O. Giraldo, comunicación personal, 8 de diciembre de 2017)

 

El trabajo de alimentar trabajadores, una labor considerada como un castigo

 

– Investigador: Cuénteme ¿Qué le gusta del trabajo de alimentar?

-Carmenza: “No, ¿qué?… ¿qué tiene de bueno? No…Uno lo hace porque le toca; lo que yo le digo a él (esposo) a cada rato: ¡esto a mí se me volvió como un castigo! porque entre más le choca a uno algo, más le toca hacer”

(C. Ramírez, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)

 

 

Cocinar para trabajadores,  requiere un alto grado de responsabilidad y dedicación, sin descanso, y en promedio con jornadas que pueden durar 17 horas/día, los 5 días de la  semana (a veces hasta el  fin de semana), además, no solamente es cocinar, ya que mientras en algunas empresas, sobre todo en las grandes y medianas propiedades cafeteras, las alimentadoras atienen un elevado número de trabajadores a la semana (72 en promedio, algunas llegan a atender más de 100 jornaleros), en la pequeña parcela, pueden llegar a atender en promedio a uno o dos trabajadores, no obstante,  las responsabilidades asociadas a la tarea de preparar comida, se enmarcan desde labores relacionadas con el aseo de casas, alojamientos, dormitorios, recoger leña, llevar comida, hasta labores como cosecha de plátano/banano, labores de beneficio de café (poscosecha, secado y empacado), y cuidado de animales domésticos y de carga.

– Investigador: ¿Qué le disgusta de su trabajo?

– Asunción: Me disgusta…como la esclavitud, no me gusta trabajar los domingos, detesto estar cocinando un domingo, pero debo, me toca…es como si tuviera que hacerlo.

(A. Bustamante, comunicación personal, 2 de noviembre de 2017)

 

Cocinar para trabajadores, un trabajo que se hace “por obligación”

 

Otro de los significados que llaman la atención, es el sentido de obligatoriedad, el cual está íntimamente ligado a la toma de decisiones al interior de la familia. Es importante tener en cuenta que en este contexto, la vocería sobre el control monetario y el poder de decisión sobre la adquisición y uso de recursos, está bajo el control de los varones, ya que ellos reciben salario, y han celebrado un contrato formal con la empresa. La situación descrita por la alimentadora en el siguiente fragmento, evidencia  el estado de permanente subordinación y dependencia de las alimentadoras.

– Investigador: ¿cuánto dinero recibe por su labor?

– Isabel: No, el que recibe la plata acá es mi esposo, y él es el que se encarga de todo

– Investigador: ¿Entonces él no le “reconoce” algo de plata?

– Isabel: No, pero si yo le pido algo a él, es sino abrir la boca; por ejemplo yo le digo: necesito (por decir) una cama…no es sino abrir la boca, y él no me niega nada…yo no le gobierno la plata a él, pero él a mí no me llega a negar nada, ni a los hijos.

(I. Álvarez, comunicación personal, 31 de octubre de 2017)

 

 

¿Hasta qué punto somos responsables que en algunos sectores sociales prevalezcan condiciones de vida injustas?

 

El estudio corrobora que las condiciones laborales de las alimentadoras, están determinadas por la segregación, inequidad y precariedad, en los siguientes aspectos: La segregación depende sobre todo de decisiones que se toman al interior de la familia, en relaciones de género a menudo desiguales, porque no solo responden a patrones establecidos culturalmente, sino que dichos roles también corresponden con las necesidades que el sistema económico demanda, sobre todo para el mantenimiento y reparación de fuerza de trabajo.

Es importante tener en cuenta para estos estudios, la condición inseparable de doble o triple jornada que caracteriza el trabajo de las mujeres rurales, ya que por ejemplo la labor de las alimentadoras no solo  garantiza el bienestar del núcleo familiar y el bienestar comunitario, sino también el sostenimiento del sistema económico cafetero a través de la reparación de la fuerza laboral, en total desigualdad frente a otros trabajos, condición que puede impedir el acceso y uso de recursos.

Por otro lado, la precariedad salarial se revela a través del no pago de salario. De allí que sean comunes las prácticas como la monopolización y la privación de los recursos por parte de los varones. La desvalorización de su trabajo por condiciones de género, configura su lugar en las organizaciones, a través del  trabajo obligado y subordinado a horarios y tareas específicas; en general las prácticas socio-económicas implícitas en la relación existente entre familia, y las empresas, revelan una imposición de servidumbre para las alimentadoras.

De igual forma existe ausencia legal en materia de garantía de derechos laborales para estas mujeres; por ejemplo, los resultados demuestran que las estrategias de ingresos por pagos diferenciados por venta de comida, son la  única vía para recibir recursos monetarios (en la mayoría de casos son apropiados por los varones), cuya asignación depende de la negociación que ocurra al interior de la familia, situación que escapa de toda normatividad.

 

 

Datos del autor:

Pablo Andrés Arango Giraldo

Administrador de Empresas Agropecuarias, especialista en Gestión de Asistencia Técnica y Magíster en Sociedades Rurales de la Universidad de Caldas (Colombia). Actualmente vinculado como profesor catedrático del Departamento de Desarrollo Rural y Recursos Naturales de la Universidad de Caldas, y de la Institución Colegio Integrado Nacional del Oriente de Caldas (IES. CINOC). Sus intereses son la enseñanza y la investigación, y su área de estudio se centra en el abordaje de problemáticas asociadas al Trabajo Agrario, la Cultura Alimentaria, y la Ruralidad.

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