La comunicación de saberes, concebida como un proceso de fertilización, prioriza el intercambio entre pares en contextos apropiados, sin distorsiones externas. Este enfoque promueve aprendizajes significativos entre personas con experiencias similares, como panaderos, maestros o artesanos. Además, permite incorporar conocimientos científicos y técnicos en prácticas locales, creando un mercado dinámico de ideas. Inicialmente práctico, el intercambio se transforma en una experiencia vivencial que fomenta el capital relacional, expande horizontes culturales y empodera tanto a quienes comparten como a quienes reciben saberes.
Gracias Roberto por tan buen artículo.
Es una práctica que nos ahora tiempo, recursos e incluso residuos. Con frecuencia nos quedamos en la comodidad de mirar desde el lente de siempre. En efecto, para innovar como lo dices necesitamos el encuentro y el diálogo, pero a veces los afanes del día a día y los egos academicistas nos pueden hacer perder enfoques tan humanos, tan necesarios y sobre todo tan enriquecedores.